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Analistas 17/06/2025

La democracia en su punto más bajo

Luis Felipe Gómez Restrepo
Profesor Universidad Javeriana Cali

¿Está en riesgo la democracia colombiana? El reciente libro de Eduardo Lora, ‘Los colombianos somos así’, ofrece evidencia preocupante a partir de encuestas: la democracia atraviesa una de sus peores crisis. Frente a la afirmación “puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno”, el porcentaje de colombianos que están bastante o muy de acuerdo pasó de 45% en 2004 a 17% en 2023.

Duele, en nuestra alma política, constatar que la democracia -ese sistema que permite al pueblo elegir libremente a sus representantes y que pregona la defensa de los derechos ciudadanos y el respeto de su libertad- esté tan desprestigiada. ¿Qué está fallando?

Los analistas suelen señalar dos pilares esenciales para la legitimidad de una democracia. El primero es el respaldo ciudadano a sus instituciones. En Colombia, ese apoyo ha venido en picada. Según los datos del libro, entre 2004 y 2023 la confianza ciudadana cayó en todas las instituciones del Estado: en las Fuerzas Armadas, un 10%; en la justicia, un 14%; en el Congreso, un 16%; en la figura presidencial, un 39%; en las alcaldías, un 28%; incluso en el sistema electoral, un 19%. Ninguna institución escapó al deterioro. Los escándalos de corrupción, las componendas políticas, la ineficiencia y la desconexión con las necesidades reales de la gente han socavado la credibilidad del sistema democrático. Es un panorama lamentable y preocupante para la estabilidad institucional del país.

El segundo pilar es la tolerancia política: aceptar la crítica al Gobierno, permitir que la oposición se exprese libremente y que haya competencia abierta por el poder. En este punto, también vamos mal. Cada vez somos menos tolerantes con quienes piensan diferente. Colombia aparece en el Trust Barometer 2023 entre los países más polarizados del mundo, junto con Argentina, Estados Unidos, Sudáfrica, España y Suecia. En un clima así, es muy difícil dialogar y construir consensos para el bien común. La falta de tolerancia erosiona el tejido social y anula la posibilidad de convivir en la diferencia.

Este debilitamiento de la legitimidad democrática, sumado a la polarización creciente, es el terreno fértil para que surjan liderazgos autoritarios -de izquierda o de derecha- que prometen orden a cambio de recortar libertades. La espada de Bolívar, enarbolada simbólicamente por el presidente, se convierte en emblema de esa deriva. No podemos permitir que cada día se nos polarice llevando el debate de la mente, los datos y las evidencias, a las vísceras con sus pasiones exacerbadas. Colombia y los colombianos nos merecemos mucho más.

Afortunadamente, los datos también dan un respiro: sólo un 16% de los encuestados se mostró a favor de una revolución, y un 22% respaldaría la represión como forma de gobierno. Eso nos deja a un 62% en el centro, una mayoría silenciosa que aún cree en la democracia. A esa mayoría le corresponde hoy hacer presencia, participar, debatir y construir. La democracia necesita defensores activos, no espectadores resignados.

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